El Señor Jesús basó todo Su desarrollo ministerial a partir del trabajo con un equipo de doce hombres. Cuando esta verdad se hizo rhema en nuestra mente, comprendimos que si queríamos alcanzar la redención de las naciones de la tierra, debemos trabajar con doce personas. El Señor mismo invirtió tres años y medio trabajando como un hábil alfarero en el carácter de cada uno de sus discípulos.

Del ministerio de Jesús podemos aprender algunas cosas muy prácticas que nos permiten formar a nuestros discípulos:

1. Jesús invirtió tiempo y fue paciente

Algunos líderes pretenden formar un equipo de doce de manera instantánea, pero el proceso de formación requiere tiempo y mucha paciencia. A Jesús le tomó años reproducir Su carácter en Su equipo, pero también paciencia, ya que al principio muchos de ellos no entendían los principios espirituales. A pesar de eso, el Señor puso toda Su dedicación y aquellos a quienes Él formó, transtornaron el mundo entero. ¡Sea paciente e invierta tiempo en cada discípulo!

2. Jesús los formó a través de la fe

Los discípulos estaban llenas de imperfecciones, probablemente nadie hubiera pensado que eran los escogidos para continuar la obra redentora. Sin embargo, Él los vio a través de la fe, por ejemplo a Simón (que significa caña o inconstante) el Señor le puso de sobrenombre Pedro (roca firme) y esto cambió para siempre su naturaleza.

Usted debe ser sensible y ver a sus discípulos, no a través de las debilidades, sino con los ojos de la fe. ¡Cada uno de ellos tiene el potencial de ser un líder excelente!

3. Jesús los formó a través de situaciones cotidianas

Muchas veces pensamos que la formación es producto de elaborados sermones, pero el Señor aprovechó las situaciones más sencillas y cotidianas, que todos podían comprender para formar el carácter de sus discípulos. Un gran ejemplo de esto fue la última cena; allí el Señor pudo marcar el corazón de cada uno de Sus discípulos y dar poderosas enseñanzas a través de una situación sencilla.

4. Jesús los formó de manera personal

Recordemos que cuando Dios decidió formar al hombre del polvo de la tierra, no lo hizo de manera impersonal, sino que usó Sus propias manos para trabajar en nosotros, incluso nos acercó a Su rostro y sopló aliento de vida sobre nosotros. De la misma manera, Jesús mismo se encargó de formar a cada uno de Sus discípulos y jamás delegó esta tarea. Todo esto nos permite entender que la formación de nuestros discípulos es una tarea sumamente personal, que no podemos delegar y que requiere todo nuestro cuidado. Es por eso que los lazos de amistad y confianza son fundamentales en todo el proceso de Discipulado.

¡Recuerde! La mayoría de los que se acercan al Señor Jesucristo son como el barro, llenos de imperfecciones, debilidades, flaquezas, etc. Pero poco a poco, a través de su vida, el Señor convierte ese barro en una obra maestra, es decir, en líderes que cambian el mundo.

Pastor César Castellanos